CRUCERO
INCIERTO
Empezaba
a llover, y el aroma del mar se mezclaba con el olor característico
que tiene la lluvia en la ciudad. Me gustaba pasear por los muelles
portuarios, contemplar la gente subiendo y bajando las pasarelas
inclinadas de los barcos, hacia cubierta o al reencuentro con un
destino muchas veces incierto.
Un
instante después de divisar la proa del Karadoujan aguanté la
mirada de aquella hermosa mujer que cerraba la cola de pasajeros
prestos a iniciar su viaje rumbo a Turquía. El furtivo encanto de
ese momento se truncó por el sonido del timbre de su celular.
Con
aspecto serio contestó la llamada con la brevedad que requieren las
decisiones trascendentales. Cerró la tapa del teléfono y dudó
entre arrojarlo a la papelera más próxima o regalárselo a un mozo
que faenaba reparando la lona de la pasarela.
Optó
por lo segundo.
- Tenga, buen hombre, es para usted. Solamente habrá de cambiarle el chip. Yo acabo de hacerlo con el mío hace unos instantes.
Se
giró y la tuve ante mí.
- No sabía que las mujeres hermosas hicieran estas cosas – le dije al instante –
- El qué? – contestó- ¿Coger un barco a Estambul o regalar teléfonos móviles a desconocidos?
- Enamorarse en un muelle.
- Confieso que yo tampoco imaginé que los hombres osados hicieran lo mismo.
¿ Y sabe una cosa? – continuó -
Yo no iba coger ese barco.
- ¿Qué barco? – esgrimí yo.
Sonrió.
La
dársena parecía un cuadrilátero cuyas esquinas oblicuas anunciaban
un combate sin tregua, un dulce intercambio de pasiones, miradas
cómplices y sueños compartidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario